lunes, 21 de noviembre de 2016

SEA BREVE, POR FAVOR

A veces escribimos y nos alargamos en exceso, escribimos sin pensar y pensamos que cuanto más escribamos mejor lo estamos haciendo. Y, no, hay que pensar lo que escribimos y releerlo y borrar lo que sobra.
Vamos a leer relatos cortos. Aquí tenemos unos cuantos ejemplos, y aquí otros pocos.

DESCUBRIENDO A JULIO CORTAZAR

  A veces no hace falta escribir mucho para ser sencillamente genial, encontramos buena muestra de ello en este relato breve de Cortazar.  



  PÁGINA ASESINA


  En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.


                                       FIN


A parte de Sintaxis, Morfología y literatura medieval hemos empezado a leer en clase, bueno, leo yo y mis alumnos de lengua escuchan, al principio sorprendidos porque no entendían nada de lo que estaban leyendo, pero en realidad no se atrevían a decir lo que estaban entendiendo en la fotocopia que tenían delante y que yo estaba leyendo en alto.


Me estoy refiriendo al capitulo 68 de Rayuela, os lo pego aquí a ver que os parece.

RAYUELA. CAPÍTULO 68


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
FIN
                                                                                                     
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